A día de hoy no me explico como es posible que haya personas que ejerzan algún tipo de influencia sobre mí. Yo, que juré y perjuré que jamás dependería de nadie, que no me sometería a la voluntad ajena y que mi felicidad no estaría guíada por otra persona que no fuera yo misma, aquí estoy, rendida a los pies de una talla del 46.
Y es que mis estados emocionales no los controlo yo, ni mi subconsciente, sino esos ojos "mielosos". Que en un solo segundo son capaces de atraparme y sumergirme en un mundo totalmente desconocido para mí, hasta el momento.
A pesar de lo bien que me siento con todo esto, lo odio, odio que mi seguridad y mi alegría dure tan sólo unas pocas horas al día, cuando siento esa presencia a mi lado. Es algo que siempre he intentado evitar; el necesitar a una persona que me dé la palmadita en la espalda cuando necesito consuelo, que me limpie los mocos cuando lloro como un bebé o que me dé un sopapo cuando no reacciono.
Probablemente sea el anhelo de una independencia que me creía caracterizar, pero me engaño, en realidad soy una persona frágil y totalmente dependiente de esa mano que me lleva por un camino de flores y entre algodones, que a mi juicio, es algo que no merezco.
Mi percepción del mundo que me rodea suele ser cambiante, llena de altibajos. Las ideas que concibo sobre las personas que lo hacen girar y las que son su centro giratorio cambia de un día para otro, al igual que mi afiliación con ellas, la dependencia aumenta o disminuye, pero nunca llegando a su completa desaparición.
El verdadero significado de autosuficiencia se ha convertido en un enigma para mí.
Aquí os dejo con I feel so, de Boxcar Racer, una de las canciones que tanto me gustan del único disco grabado por el grupo, que junto con Letters to Gog y There is, merece la pena escuchar.
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