miércoles, 7 de julio de 2010

Nuestra absurda existencia

Aunque hagamos lo imposible por no reconocerlo, es inevitable pensar en el por qué de las cosas.

Es desconfiar, dudar de una palabra amiga, tragarse una milonga o contar una mentirijilla.
Es la conciencia intranquila, el ser más irascible cada día, el estar siempre alerta o estar en Babia.
Es el vacío, la sensación de tristeza, el haber hecho lo correcto o elegir la vía rápida.
Es el sentirse idiota, el no esperar nada... O esperarlo todo.
Es el imaginarse solo, el exceso de calor humano, el aprecio por la buena compañía o el mal sabor de boca de una resaca.
Es la curiosidad, las ganas de experimentar, el no hacer esfuerzos, el afán de saber, el tener algo de qué hablar.
Es la memoria, el recuerdo o el deseo de olvidar.
Es el instinto protector, el de supervivencia, el miedo a lo desconocido, la seguridad de lo cercano, las ganas de correr hacia un punto lejano.
Es un corazón roto, es soñar despierto, es gritar de rabia, reír sin motivo, es querer demasiado, es fingir.


¿Y aún te preguntas que haces aquí?

viernes, 2 de julio de 2010

No me pises que llevo chanclas

Porque la madre de todas las ciencias no es la paciencia, sino la experiencia. Sabemos que la letra con sangre entra, y aprendemos más a base de palos que a base de caramelos. Queriendo o no, cada día somos más conocedores de nosotros mismos y con los años aprendemos a controlarnos y a controlar a los demás. Porque es tonto el que busca las cosquillas del que no tiene y listo el que huye de ellas cuando las ve venir.

Todos, y digo todos, somos supersticiosos, pero la mayoría prefiere llamarlo fe, miedo o ilusión. A veces uno se pasa de listo y otras veces se queda demasiado corto.

Frases hechas; la mayoría mal formuladas, expresadas mal, pronto y rápido inducen a error y confunden a cualquiera. "Cada uno está donde debe estar" no dice mucho de la naturaleza humana y su gran poder y superioridad ante el resto de los seres vivos, "Cada uno está donde quiere estar" sería más correcto.
No hay un destino, ni un karma, ni nada que se le parezca, pero nos divierte pensar en ello, nos da una razón sobre la que fundamentar las cosas y de la que sacar argumentos cuando queremos excusarnos o explicar algo. Somos dueños de nuestros actos y por ello somos la causa y el fin de todo lo que nos sucede.