En estos tiempos que corren, la mayoría de la gente acepta la moda o simple tendencia de mostrar una cara que no es la suya, o como la Luna, de mostrar uno de sus lados -porque hipocresías y falsedadesa a un lado, todos tenemos dos caras-. Otros simplemente prefieren mantener las apariencias y esconder bajo una máscara lo que de verdad tienen escrito en la frente.
Adoro los carnavales y todo lo que ello conlleva; fiesta, alcohol y disfraces - unidos a actos anónimos y libres de culpa -no me estoy yendo por los cerros de Úbeda, mi gusto por esta fiesta es una pequeña introducción a lo siguiente-, por eso me sitúo en el grupo de los que optan por cubrirse con una máscara para no ser descubiertos- por eso lo de la "pariolada" esa de Carnaval-.
Yo diría que esta posición es la menos beneficiosa de las que he descrito, y no me enorgullezco de ello en absoluto, puesto que lo encuentro un poco cobarde, pero sea esto bueno o no, en mi defensa tengo que alegar que, por el bien de todos, es mejor así.
Esta semana, la anterior, la que viene y probablemente la siguiente, toca vestirse con el disfraz de "niña pava". La locura que me ocupa estos días no tiene nombre. Pero supongo que será algo transitorio, sino... "que Dios nos pille confesaos".
No intentéis buscar el (doble) sentido de poner esta canción. No hay ninguno.
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