martes, 30 de junio de 2009

Beware of the dog.

Como un perro rabioso, así es como estoy ahora. El alcohol que corría por mis venas ha desaparecido, no tenía que haber bebido tanta agua y zumo de piña si no quería que mi afabilidad y simpatía desaparecieran, pero lo he hecho y ha aparecido de nuevo mi mala leche.

Puede que no lo aparente, porque no dejaré de sonreír mientras hablo, no daré una mala contestación (bueno, eso no es raro), ni daré un melenazo mientras me doy la vuelta ofendida debido a mi eterna sensibilidad ante gentes sin corazón.

Todo aquél que no tenga ningún aprecio por su vida, que se acerque a mí y me diga algo que no me guste o simplemente algo mínimamente desagradable. No necesitaré armas, me bastará con sacar las uñas o tirarme a su cuello.

No me hago responsble de mis actos.


Tendré que esperar a la siguiente juerga para hacerme otra trasfusión de "brugalete con coke" o cualquier otro líquido con más de 30º de quitapenas.
Hasta entonces creo que tendréis que conformaros con mi cara de ajo y con esta canción que escuché el otro día en la televisión mientras pasaba por delante y me hizo tanta gracia que me senté a verla un ratico.

http://www.youtube.com/watch?v=w5WRGDwJscU

domingo, 28 de junio de 2009

Hidalgo, hidalgo...

7:30 de la mañana. Último día de fiestas y de mi fugaz momento como pésima camarera y negociadora, sin olvidar la borrosa imagen pública y de muy mala calidad que he podido dar durante estos cuatro días. Mamma mia.



domingo, 21 de junio de 2009

...y esto a qué venía?

Volviendo a casa en el autobús 713 no sé exactamente a qué hora de la noche, debido a mi reciente desorientación no sólo temporal sino espacial también, he dedicado la media hora que dura el trayecto Madrid-Tres Cantos a pensar y recapacitar, una vez más, sobre mi persona.


"Empieza el espectáculo".

La vaguería que me acompaña desde hace un tiempo está cogiendo una forma que no hay por donde agarrarla. La intención y las ganas que pongo en la mayoría de las cosas que hago es mínima, casi invisible.
Será desinterés, pero todos mis planes se quedan en eso, en planes, o en su defecto en un ilegible boceto.
Me propongo metas inalcanzables, tareas con una gran dificultad que, según un psicólogo con un nombre que ni el profesor de la asignatura en la que aprendí esa lección es capaz de pronunciar, si son enfrentadas con un nivel de competencia bajo, generan una cantidad de ansiedad y estrés en la persona que hacen que pierda todo tipo de interés en su desarrollo. -Jolín, parezco una entendida de la materia con este vocabulario tan "técnico"-.


Me contagio de las creencias que dominan a las personas que me rodean por la simple repetición de afirmaciones, verdaderas o falsas, cuyo fin es el simple autoconvencimiento de algún hecho poco fiable. De ese modo me dejo engañar como se engaña a un chino y soy capaz de enredarme yo sola en una maraña de ideas confusas, de montarme un circo en el que yo soy el payaso protagonista o de dejarme llevar por el camino de la amargura.



Desconfío de lo desconocido, pero desconfío muchísimo más de lo que es sabido y predecible si no es bueno.
Odio dar pasos en falso, pisar suelos inseguros, caminar hacia destinos sin nombre. Prefiero actuar a sabiendas de lo que va a pasar, las sorpresas nunca han ido conmigo.



Me dejo querer con facilidad, o por lo menos lo intento; nunca rechazaré una caricia, no le haré ascos a un beso, ni evitaré a toda costa una conversación que requiera cierto grado de confianza y compromiso, pero rara vez seré capaz de mantener la mirada más de veinte segundos seguidos. El cariño que sale de mí, aunque fuerte, es escaso y la demora que pueden llegar a sufrir los que de verdad lo merecen es larga.
Pero sé casi con seguridad que el día en que una persona acepte todo lo que puedo ofrecer, sin reprochar ni un solo mal rato pasado y escuchando con atención mis discursos absurdos y mis ideas de bombilla, habré encontrado a "mi otra mitad".



Mi desmesurado, inevitable, pero domesticable egocentrismo no se lleva demasiado bien con ese "afán de protagonismo" con el que más de uno me ha coronado. No soporto ser el motivo de una conversación, el centro de atención de una reunión, ni ser el blanco de casi todas las miradas dentro de una habitación. No importa si se me está cubriendo de flores o me están pitando tanto los oídos que van reventarme, supongo que será por culpa de esa timidez que me ha perseguido toda mi vida, pero eso hace que me sienta vulnerable e indefensa.



La mayoría de las veces en las que me veo envuelta en una discusión, civilizada o no, busco la forma de salir vencedora de ella. Mi tozudez me convierte en alguien repleto de razón, aún sin argumentos, pero siempre con la razón y la última palabra en la boca.

Soy una persona totalmente ambigua, a la orden de una mentalidad obtusa. Mi capacidad de expresión es prácticamente nula, no cumple con la principal condición de transmitir la información correcta, adecuada y sin inducir a error. Me contradigo constantemente, de hecho, habré sido capaz de contradecirme, no una, ni dos, sino infinitas veces, en las líneas anteriores, palabra por palabra, frase por frase, aunque a primera vista no quede constancia de ello.




Cuando ya no podía martirizarme más con mi autocrítica me he dado cuenta de que me había pasado de parada y una vez en tierra firme he dejado el análisis de mi pequeño, pero enredado, mundo interior a un lado y al igual que el neurótico y único personaje de la obra cuyo título es el mismo que el que hoy le da nombre a mi entrada, he querido buscar el por qué de esta retracción, pero una vez más no he sabido dar una respuesta clara a la pregunta... ¿y todo esto a que ha venido, "Mari"?

martes, 16 de junio de 2009

Utopía.

Viviré en una chabola, donde no veré el programa de los miércoles por la noche en una televisión de plasma ni comeré platos minimalistas y de buen gusto, antes que en una mansión, donde lo único que respiraré serán esos aires de superioridad y poderío que otorga el "éxito", frente a la humildad y sencillez más extasiante encerradas entre las cuatro paredes de casi cartón de mi casucha.
Donde una vida sin lujos me enseñaría a aceptar cualquiera de mis limitaciones y a derribar cualquier muro que me cortase el paso y pretendiese hacerme dar media vuelta, para después barrer los escombros y poder mirarlos a 100 metros de distancia.


Honradez y ambición: dos aceptiones totalmente incompatibles, al menos para mí.
Quien quiera bajar la Luna para impresionar, quien quiera tomar el control de un imperio empresarial o simplemente comprar el último libro de la tienda sólo tendrá que hacerle la zancadilla al de al lado para llegar él primero y conseguir su propósito.


Orgullo y admiración: enemigos desde el principio y hasta el fin de los días.
Es fácil pensar que van unidos, que son sinónimos, pero no debería ser así. Me refiero al orgullo propio frente a la fascinación provocada por los logros ajenos.
La admiración que se pueda sentir hacia una persona siempre se verá superada y aplastada por nuestro ego. No podremos aceptar la habilidad de nadie si nosotros fallamos en nuestro objetivo. La frustración que provoca ver como otro alcanza una meta común y nosotros estamos a un mundo de distancia rara vez nos hará expresar palabras del tipo "felicidades". Lo más probable es que salga esa persona presuntuosa y autosuficiente que tratamos de ocultar, esa persona arrogante que únicamente ve la luz del sol cuando olemos de cerca la derrota.


Por eso quisiera vivir en los escasos metros cuadrados de una pobre, pero humilde y sencilla casita, si eso hace de mí una persona íntegra y transparente, premiada con la confianza de aquellos que considerarán estúpido vigilar sus espaldas conmigo por la sinceridad de mis palabras .



Es en este momento, en el que despierto de mi ensoñación, en el que recuerdo que el tipo de vida y personas desinteresdas, confiadas y valientes sólo existen en la literatura y en el cine. Que vivimos en un mundo lleno de hienas y pirañas, donde los más listos se aprovechan de los inocentes, donde los más dotados no son suficientemete valorados por la envidia de los más incompetentes, donde muchos caen en las trampas de los que necesitan diversión. Y comprendo que el que quiere sobrevivir no tiene más que esconder el mínimo de aprecio, sacar sus garras, enseñar los dientes y empuñar el arma, preparado para atacar o ser atacado en un pequeño despiste.


No bajéis la guardia. Mantened las distancias. Proteged lo que es vuestro. Pero sobre todo, nunca os escondáis de nada ni nadie por miedo a salir perdiendo.

domingo, 14 de junio de 2009

Lo que realmente me hace feliz...

Muchas son las cosas que deberían darle verdadero sentido a mi vivir rutinario, y pocas son cuantificables y nombrables. De lo que no me había dado cuenta es que, tan presentes en el día a día que podrían causar el aburrimiento y hastío más razonables o con un periodo más que infinito y una frecuencia diminuta a lo largo de todos estos años, no había reparado en esas pequeñas cosas que hasta hace bien poco, supongo que por pura habituación o falta de estimación, ya forman parte de mi identidad y definición.

Son cosas que, aún pareciendo insignificantes y banales, tienen una gran influencia, siempre positiva, en mi estado anímico. Cosas que me hacen sonreír como una idiota cuando estoy sola y me vienen a la mente, cosas que me hacen suspirar si me faltan y me dejan un gran vacío si tardan en volver a aparecer.


Cosas tan sencillas como encontrarme dinero en el bolsillo de una chaqueta ya olvidada en un rincón de mi armario o ponerme unos pantalones con más de dos años de antigüedad y no morir en el intento ayudan a mi autoestima a subir como la espuma.

Contar cada uno de sus lunares, conversar a cinco centímetros de su cara o que me susurren al oído hace que el rojo de mis mejillas no pierda color.
Los silencios, no siempre incómodos, cerca de gente que no necesita llenarlos con pamplinas y bobadas.
Mi bol de cereales mañanero y el exceso de nesquik, combinación verdaderamente importante para empezar mi día con algo de alegría.
Los aullidos de Elma cuando llego a casa a las 10, a las 12, o a las 4 de la mañana, cuando sea.


Releer y leer otra vez fragmentos de libros que han despertado algún tipo de emoción en mi fría persona (¿he dicho fría? no lo dudéis ni un momento) o escuchar la misma canción una y otra vez hasta que sólo pueda pensar en la letra o la música consiguen evadirme momentáneamente de todo lo que me rodea.




Hablar de "ciencia" con mi prima de 5 años.



Tomarme una pizza calzone sin sentimiento de culpa debido a mi eterna e ineficaz dieta.



O dejar que el pelo cubra mi cara con el viento que entra por la ventanilla del coche.

Y con menor frecuencia al año y añorándolo en las estaciones más frías, adoro impregnarme con la humedad de la playa y escuchar el sonido de la espuma que queda de las olas al volver al mar después de encontrarse con la orilla y con mis pies.



Como ya he dicho, muchas son las cosas, pero pocas son mencionables, por exceso o por puñetera vaguería mía. Además, estoy cansada y no quisiera pasarme la noche pensando en las monerías que hacen que mi "feliciana" vida siga su curso, prefiero hacer lo que más me gusta... dormir.



Y sin olvidar mencionar los cines de verano... me despido. Buenas noches.

viernes, 12 de junio de 2009

¿Dado?

Lo vemos todos los días en la televisión, en las tertulias de color rosa que tanto entretienen a los que deben tener una vida aburridísima... "Ester Cañadas embarazada" "Isabel Pantoja, ¿de nuevo con su hombre de bigote y barriga prominentes?" "La Campanario y la Esteban se encuentran en el asensor, ¿más que palabras?" "¡Doña Letizia hablando de sus penas con la reina... en biquini!" "Visto Fran Rivera con una rubia, Eugenia le tira los platos a la cabeza".
Y nos lo tenemos que creer porque somos tontos, ¿verdad?


El interés que despiertan estas y otras informaciones bien jugositas y recién sacadas del horno en los telespectadores y consumidores de revistas con títulos tan sencillos que rayan la idiotez es algo que ni comparto ni entiendo.

Estudiar 5 años de carrera -los más capaces, que si los cuento con la mano me sobran dedos- para acabar sentado en un sofá con forma de morros y pasar tres interminables horas hablando de lo mismo, con el único apoyo de una llamada telefónica o la seguridad de haber escuchado la conversación perfecta y en el momento más indicado, perdiendo credibilidad por momentos. Pero una exclusiva es una exclusiva, y ¿quién no ha aprovechado la mínima oportunidad para darse un empujón hasta la cumbre de nuestra "alocada carrera"?


"Al aludido en cuestión que le jodan", idea que debe rondar en la cabeza de la carroña que difunde esa basura durante el tiempo que dura ese infierno televisivo.

Una pena que no sea algo que se quede en la caja tonta y traspase la pantalla de la mano de los más insospechados.

Una gracia que no hagan falta muchos estudios y experiencia para que los más amargados (adjetivo más suave y menos ofensivo que he seleccionado entre los otros tantos mil que tengo en la mollera) nos deleiten con sus dotes creativas y demuestren su sabiduría, su instinto y su competencia para salvar el mundo de los cotilleos sin fiabilidad alguna, compensándolo con sus irrefutables verdades, gracias a su sexto sentido.

"Ni come ni deja comer", creo que la frase, aparentemente sin relación con todo lo escrito ahí arriba, y sin referirse al perro, es la más adecuada para finalizar y poner la guinda a mi actualización.


Es todo.

lunes, 8 de junio de 2009

Takk.

Hay veces en las que, sin querer ver nada más, sin querer escuchar otras palabras que no sean las de un servidor, sólo queremos utilizar el término "tábula rasa", dejarnos envolver por una sábana blanca y permanecer en una habitación vacía, absoluta e inmaculadamente vacía.


Todos tenemos nuestros momentos de duda y nuestros momentos de reflexión, que en un periodo de tiempo, amplio o reducido, no nos alejan demasiado de la solución más o menos hecha a medida y cocinada a fuego lento a gusto del consumidor, que como dice el anuncio, "sabe mejor".

Es en esos insoportables momentos en los que, sin darnos cuenta, podemos hacer mucho daño a esa persona a la que situaríamos en el último puesto en el ranking de candidatos a sufir nuestra "mala follá", como dirían en mi tierra.


Y hay veces en las que el único camino que creemos transitable acaba siendo peligroso y provoca mucho mal a esas personas tan tan -pero al parecer, no lo suficiente- queridas, ya sea a corto o a largo plazo, y siendo conscientes de ello y sientiéndolo mucho, tiramos pa´lante como los burros.



Aunque siempre habrá alguien que consiga inspirarnos una tranquilidad y una serenidad que no se conseguirían ni con cien años de asilamiento y exilio voluntario.


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Por cierto Takk signfica gracias... En islandés.

domingo, 7 de junio de 2009

Ni título se me ocurre...

Me piden que actualice, pero he perdido todo tipo de inspiración y ganas en pocos días - algo que será temporal, supongo.

Mis ansias de autodestrucción están alcanzando los límites del control, a un pequeñísimo paso del descontrol al más puro estilo "emo", como a algunos les gusta calificarlo... Una vez superados esos límites careceré de escrúpulos, amor al prógimo y, por supuesto, todo aprecio por la vida que fuese capaz de salvarme de mi transformación en kamikace.

Prefiero no pensar en las consecuencias de una inmolación así, porque a parte de ser una pérdida notoria, a más de uno se llevaría por delante. Y eso sería algo que mi pobre conciencia no podría soportar...

martes, 2 de junio de 2009

“¿Un huevo es un pollo?” Qué opina la gallina del aborto.

Aborto, tema que tiene muchísimos años de debate a sus espaldas y que a más de uno habrá hartado de tanto escucharlo, y ahora más que nunca, utilizado como propaganda electoral. Junto con otros muchos temas morales y no morales, está perdiendo todo tipo de lógica y sentido en sus valores, desde que el género homo español empezó a perder la capacidad de razonamiento e inteligencia y empezó a caer en picado por un precipicio empujado por la ignorancia, es decir, desde hace 5 años más o menos, debido al mundo político, el cual me importa un pito y con cuya roña no quiero cubrirme.


En fin, pongamos al huevo y al pollo en la mesa, no sin antes aclarar que mis opiniones varían en función de mi mucha o poca experiencia en las costumbres básicas y no tan básicas de la vida humana, sean ajenas o personales. Para dar mi indefinida opinión me apoyo en el conocidísimo tercer artículo de la Declaración Universal de los Derechos Humanos “Todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona”, lo que da a entender un claro rechazo hacia el aborto.


Pero este rechazo no es absoluto del todo, creo que todo “problema” debe verse desde todas las perspectivas posibles para así poder encontrar la “solución” menos perjudicial para los implicados - Joder, odio definir esto como un problema.
Puesto que lo que se pretende es causar el menor daño posible, hay que tener en cuenta todos los factores e inconvenientes. Con esto me refiero a la edad de la madre y por su puesto, su salud.


No quiero atribuirle demasiada importancia al factor edad si se le relaciona con la madurez y la responsabilidad con que se afrontan las cosas, ya que considero que es algo que varía en función del entorno familiar y educación que difiere de una cultura a otra, pero sí sería un punto a favor del controvertido tema en el caso de que una temprana edad hiciera que la salud de la madre se viera tremendamente afectada.


¿Alguien ha sacado algo en claro? Porque yo no, como ya he dicho, es una opinión indefinida. Desgraciadamente, mi personalidad está dotada con un carácter ambivalente, algo que no dice mucho de mí, pero es lo que hay.


Resumiendo y acabando para no aburrir al personal… Estoy a favor en cuanto peligra la salud materna, tanto física como psicológica y cuando no hay preparación debido a la pronta edad, pero no apoyo, bajo ningún concepto, que se busque esa “solución” fácil, rápida y desconozco si barata o no, por y para la comodidad de la señora madre, inflada con un pestilente aire de egoísmo.



A veces pienso que deberíamos habernos extinguido hace mucho tiempo.