¿Qué pasa con una pompa de jabón con un simple soplo de aire? Que revienta.
¿Y con las burbujas de agua que se forman en mi bañera?
Solemos estar metidos en burbujas, unas más fuertes y consistentes que otras, en las que tenemos el control y la suficiente autoridad para delimitar su perímetro e incluir los elementos que consideramos pertinentes para nuestro bienestar y satisfacción personal, los hechos que la rodean es lo único que no podemos dominar y algunas veces se pueden convertir en una amenza. Se supone que esa burbuja nos sirve de protección, pero no siempre se está a salvo del exterior. Y desde nuestro centro de poder vemos, impotentes, como se rompe eso que nos envuelve.
Nos volvemos vulnerables, blanco fácil de torpes francotiradores y diana de arqueros tuertos que no tienen ningún reparo en hacernos pedacitos como a una simple manzana.
Pero no sólo las influencias externas son la causa de la destrucción de nuestro caparazón, nosotros también tenemos nuestro papel en su mantenimiento y más de uno busca su propia autodestrucción facilitando a las fuerzas superiores que lo destrocen sin miramientos favorecidos por la dejadez, la despreocupación y sobre todo, el pasotismo, manifestados a través de "descuidos".
Hay mil formas de hacerse daño, y no sólo físicamente.

¿Qué pasaría si pincho el globo con un alfiler? ¿Y si dejo que la pompa de jabón se escape con el viento? Mejor no preguntarse qué podría hacer con la burbuja, no quisiera escuchar lo que no quiero.
No hay comentarios:
Publicar un comentario