miércoles, 31 de marzo de 2010

Fuente inagotable de remilgos

Ojalá fuera una persona de palabra fácil, creadora de ingeniosas expresiones que dejasen a los rivales con el culo torcido y el orgullo herido o sabia conocedora de piropos y lisonjas. Pero las reflexiones sobre el día a día, el más allá o los detalles más insignificantes que ayudan a aumentar el ego y el saber humano no son mi fuerte. Y si afortunadamente lo fueran, desgraciadamente se perderían en algún lugar de mi arcaico subconsciente. Seguir un orden lógico de las cosas no atrae demasiado al reducido espacio que mi cerebro dedica a la interpretacion de lo que ocurre fuera.

Apreciar el olor, el sabor o el color que otorgan el cielo azul o una nube gris, la nata que acompaña un batido de chocolate o la humedad que anuncia una tarde de lluvia nunca se me dio bien. Sólo cuando me acuesto con hambre y me paso horas y horas comiendo techo pienso en tonterías de ese calibre y ñoñería desmedida.



Pero no todo pertenece al país de las piruletas cuando hablamos de reflexiones entre sábanas por insomnio, falta de sueño o incluso escasa motivación por dormir -porque por falta de cansancio no será.
Aquí es cuando algunas frases más que viciadas por el mal uso y algún que otro refrán cogen el megáfono y yo opto por coger unos tapones de cera y hacerme la longui, que eso siempre se me ha dado muy bien.
"El tiempo pone a cada uno en su lugar", "El dinero (no) da la Felicidad", "A quien madruga Dios (no) ayuda", "Tanto va el cántaro a la fuente..."
y más de una frase ridícula de quinceañera despechada.
Y ni las canciones hippies, ni los anuncios de seguros, ni los libros de autoayuda conseguirán convencerme de lo contrario. Pero ya estamos curados de espanto.

Esto no son más que anotaciones al margen de un diario prácticamente en blanco que rellena este curioso, quizás demasiado repetitivo e inevitablemente personal blog. Reflexiones, monólogos, narraciones de historias casi irreales transforman mi tiempo libre en algo más que interminables ratos desocupados y algún que otro imperceptible vacío existencial.

"No le busques tres pies al gato".



domingo, 21 de marzo de 2010

Después del todo, la nada

Hasta donde alcanzaba la vista solo podía sentir calma, siempre tan abrumadora, con la brisa que susurraba palabras que nadie excepto ella podía entender.

Mucho tiempo atrás se armó de valor, amuletos y un viejo álbum de fotos roído por los años y el polvo que arrasaba con todo lo que había en el pequeño desván y comenzó su viaje, dejando todo atrás, incluso la razón.
No creía en seres mitológicos, fantasmas o monstruos, pero en sus ojos podía verse reflejado el miedo. Un miedo indescriptible y tan irracional que sería casi imposible darle sentido o situarlo en el mapa y en el calendario.
No quedaban restos de humanidad en su mente, no corría el más mínimo atisbo de empatía por sus venas, no sentía apenas remordimiento por nada, no había lugar para lamentos, tampoco se esforzaba en tratar de castigarse, ni era su intención buscar lo más parecido a la redención.

Y era allí, a doscientos metros sobre el suelo y lo más cerca del cielo que hubiera podido imaginar, donde desaparecía todo el miedo provocado por su propia imaginación.

miércoles, 17 de marzo de 2010

Me balanceo escondido de pingüino
me cortarán los brazos volaré
me atarán los pies me descalzaré
me arrancarán las plumas no tengo plumas
me emborracharé de hielo sobremoriré
soy he sido pingüino inadvertido
ahora apago la luz
oscuro el Antártido
me duermo...
Jorge Oteiza


Yo también quiero probar un poco de eso.

domingo, 14 de marzo de 2010

miércoles, 10 de marzo de 2010

Estados alterados.

Frío en las calles de Madrid. Mucho frío y no sólo por el tiempo adverso.
Mi iPod no ayuda y selecciona las canciones más favorables para olvidar todo estado de ánimo positivo. Unas leves notas de piano son más que suficientes para alterar la serenidad y la calma que reina en el solitario camino que lleva a la estación.
La mente es compleja (tan compleja que me volví loca intentando entender los aspectos de la condición humana en mi primer año de carrera) y, aunque nos cueste reconocerlo, incontrolable (tan incontrolable que la ansiedad que generó en mí esa ignorancia me dejó tirada en la cuneta) -al menos en lo que a emociones o estados afectivos y anímicos se refiere.

El nombre ridículo de un pueblo, el olor de una camiseta, una canción, el tacto de una cicatriz, la escena más absurda de una película, lugares como Madrid, Lisboa, Barcelona, Londres o Segovia... no son más que ejemplos que acompañan a lo que voy a llamar "visiones retrospectivas"; los recuerdos. Elementos recurrentes (muy a mi pesar) y provocados por pensamientos alegres y situaciones agradables, o por el contrario, algunos de los sentimientos más estúpidos, pero imprescindibles (cómo ya dije en otra ocasión): morriña, melancolía, tristeza o incluso aburrimiento.

Qué romántico.


jueves, 4 de marzo de 2010

zoom in, zoom out

En el Parque Central -y no tan central- de Tres Cantos.
04/03/10


Para rellenar espacios vacíos en medio del caos que supone el transcurso de las horas durante el día no es necesario irse muy lejos de casa o gastarse dinero. Basta con equiparse con una cámara de fotos y disparar sin ton ni son y a diestro y siniestro.

Atrás quedaron los días en que íbamos al parque a beber Martini con piña o a volcarnos los cartones de leche en la boca porque decían que ayudaba a asimilar la moña, el pedal, la cocida, el pedo o, llegados a un extremo, el coma etílico. A atragantarnos con las tímidas caladas que nos atrevíamos a probar, a restregarnos unos con otros o a revolcarnos en el suelo para luego hacer alarde de ello.

Atrás quedaron esos días, al menos para este perro viejo, que sólo va al parque a pasear.










martes, 2 de marzo de 2010

Mi jardín japonés.

Miles son las ideas se agolpan en mi cabeza e intentan salir al exterior en medio de gritos, tirones de pelo, empujones y algún que otro insulto. Y las únicas que consiguen su objetivo, lo hacen a trompicones y sin orden alguno, haciendo que parezca una persona desquiciada y desequilibrada. Menudo despropósito...

Me siento delante de la pantalla, miro por la ventana, me quedo embobada con los carteles publicitarios o soy absorbida por la luz de una farola mientras mi mente trata de encontrar algo en lo que pensar y mi subconsciente me convence de no hacerlo. No es más que una pérdida de tiempo, dice.

No tengo nada o casi nada interesante que contar, pues me he salido de los caminos del conocimiento y la práctica para quedarme dormida debajo de un árbol raquítico que ni da sombra.

Mi lamento es constante, repetitivo y absurdo, las llantinas insoportables y mi expresión y mi escritura ridículas. Mi afán en realidad no es el de entretener, sino el de mantenerme entretenida. "No es más que un escritor mediocre el que escribe para sí mismo y no para los demás" o algo así me pareció entender en un libro poco interesante y nada fácil de leer que ocupa mis viajes en el tren.
Pero, sin darme del todo por aludida y aún pudiendo ser algo mediocre, no me considero una "escritora con talento", así que esta opinión no debe preocuparme.

Soy incapaz de fijar mi atención en un punto concreto durante demasiado tiempo; defecto o "discapacidad" que creo haber comentado alguna vez aquí... eso me frustra, y más aún cuando ese punto es inquieto y difícil de seguir.
Mi memoria me la juega a ratos, a corto o a largo plazo, provocando una pataleta incontrolable y a gran escala.
Todo esto, unido a la morriña que siento por tiempos pasados y no tan pasados, ayuda poco a la hora de dejar actuar al autocontrol, más mental que físico, que me ate los pies al suelo.

Morriña, melancolía, nostalgia, aflicción
y añoranza no son más que sinónimos de un sentimiento estúpido. Y quisiera decir que es inútil, pero pensándolo mejor, tengo que agradecer su existencia pues nos mantiene vivos y mantiene vivo el recuerdo de los que ya se han ido.