Ojalá fuera una persona de palabra fácil, creadora de ingeniosas expresiones que dejasen a los rivales con el culo torcido y el orgullo herido o sabia conocedora de piropos y lisonjas. Pero las reflexiones sobre el día a día, el más allá o los detalles más insignificantes que ayudan a aumentar el ego y el saber humano no son mi fuerte. Y si afortunadamente lo fueran, desgraciadamente se perderían en algún lugar de mi arcaico subconsciente. Seguir un orden lógico de las cosas no atrae demasiado al reducido espacio que mi cerebro dedica a la interpretacion de lo que ocurre fuera.
Apreciar el olor, el sabor o el color que otorgan el cielo azul o una nube gris, la nata que acompaña un batido de chocolate o la humedad que anuncia una tarde de lluvia nunca se me dio bien. Sólo cuando me acuesto con hambre y me paso horas y horas comiendo techo pienso en tonterías de ese calibre y ñoñería desmedida.
Pero no todo pertenece al país de las piruletas cuando hablamos de reflexiones entre sábanas por insomnio, falta de sueño o incluso escasa motivación por dormir -porque por falta de cansancio no será.
Aquí es cuando algunas frases más que viciadas por el mal uso y algún que otro refrán cogen el megáfono y yo opto por coger unos tapones de cera y hacerme la longui, que eso siempre se me ha dado muy bien.
"El tiempo pone a cada uno en su lugar", "El dinero (no) da la Felicidad", "A quien madruga Dios (no) ayuda", "Tanto va el cántaro a la fuente..." y más de una frase ridícula de quinceañera despechada.
Y ni las canciones hippies, ni los anuncios de seguros, ni los libros de autoayuda conseguirán convencerme de lo contrario. Pero ya estamos curados de espanto.
Esto no son más que anotaciones al margen de un diario prácticamente en blanco que rellena este curioso, quizás demasiado repetitivo e inevitablemente personal blog. Reflexiones, monólogos, narraciones de historias casi irreales transforman mi tiempo libre en algo más que interminables ratos desocupados y algún que otro imperceptible vacío existencial.
"No le busques tres pies al gato".
Apreciar el olor, el sabor o el color que otorgan el cielo azul o una nube gris, la nata que acompaña un batido de chocolate o la humedad que anuncia una tarde de lluvia nunca se me dio bien. Sólo cuando me acuesto con hambre y me paso horas y horas comiendo techo pienso en tonterías de ese calibre y ñoñería desmedida.
Pero no todo pertenece al país de las piruletas cuando hablamos de reflexiones entre sábanas por insomnio, falta de sueño o incluso escasa motivación por dormir -porque por falta de cansancio no será.
Aquí es cuando algunas frases más que viciadas por el mal uso y algún que otro refrán cogen el megáfono y yo opto por coger unos tapones de cera y hacerme la longui, que eso siempre se me ha dado muy bien.
"El tiempo pone a cada uno en su lugar", "El dinero (no) da la Felicidad", "A quien madruga Dios (no) ayuda", "Tanto va el cántaro a la fuente..." y más de una frase ridícula de quinceañera despechada.
Y ni las canciones hippies, ni los anuncios de seguros, ni los libros de autoayuda conseguirán convencerme de lo contrario. Pero ya estamos curados de espanto.
Esto no son más que anotaciones al margen de un diario prácticamente en blanco que rellena este curioso, quizás demasiado repetitivo e inevitablemente personal blog. Reflexiones, monólogos, narraciones de historias casi irreales transforman mi tiempo libre en algo más que interminables ratos desocupados y algún que otro imperceptible vacío existencial.
"No le busques tres pies al gato".