Muchas son las cosas que deberían darle verdadero sentido a mi vivir rutinario, y pocas son cuantificables y nombrables. De lo que no me había dado cuenta es que, tan presentes en el día a día que podrían causar el aburrimiento y hastío más razonables o con un periodo más que infinito y una frecuencia diminuta a lo largo de todos estos años, no había reparado en esas pequeñas cosas que hasta hace bien poco, supongo que por pura habituación o falta de estimación, ya forman parte de mi identidad y definición.
Son cosas que, aún pareciendo insignificantes y banales, tienen una gran influencia, siempre positiva, en mi estado anímico. Cosas que me hacen sonreír como una idiota cuando estoy sola y me vienen a la mente, cosas que me hacen suspirar si me faltan y me dejan un gran vacío si tardan en volver a aparecer.
Cosas tan sencillas como encontrarme dinero en el bolsillo de una chaqueta ya olvidada en un rincón de mi armario o ponerme unos pantalones con más de dos años de antigüedad y no morir en el intento ayudan a mi autoestima a subir como la espuma.
Contar cada uno de sus lunares, conversar a cinco centímetros de su cara o que me susurren al oído hace que el rojo de mis mejillas no pierda color.
Los silencios, no siempre incómodos, cerca de gente que no necesita llenarlos con pamplinas y bobadas.
Mi bol de cereales mañanero y el exceso de nesquik, combinación verdaderamente importante para empezar mi día con algo de alegría.
Los aullidos de Elma cuando llego a casa a las 10, a las 12, o a las 4 de la mañana, cuando sea.

Releer y leer otra vez fragmentos de libros que han despertado algún tipo de emoción en mi fría persona (¿he dicho fría? no lo dudéis ni un momento) o escuchar la misma canción una y otra vez hasta que sólo pueda pensar en la letra o la música consiguen evadirme momentáneamente de todo lo que me rodea.
Hablar de "ciencia" con mi prima de 5 años.
Tomarme una pizza calzone sin sentimiento de culpa debido a mi eterna e ineficaz dieta.
O dejar que el pelo cubra mi cara con el viento que entra por la ventanilla del coche.
Y con menor frecuencia al año y añorándolo en las estaciones más frías, adoro impregnarme con la humedad de la playa y escuchar el sonido de la espuma que queda de las olas al volver al mar después de encontrarse con la orilla y con mis pies.
Como ya he dicho, muchas son las cosas, pero pocas son mencionables, por exceso o por puñetera vaguería mía. Además, estoy cansada y no quisiera pasarme la noche pensando en las monerías que hacen que mi "feliciana" vida siga su curso, prefiero hacer lo que más me gusta... dormir.
Y sin olvidar mencionar los cines de verano... me despido. Buenas noches.
Y sin olvidar mencionar los cines de verano... me despido. Buenas noches.
2 comentarios:
Otro pequeño detalle que hace feliz la vida de alguna persona son estas cuidadas y delicadas actualizaciones...
Otro pequeño detalle que hace feliz la vida de alguna persona son estas cuidadas y delicadas actualizaciones...
Publicar un comentario