miércoles, 26 de mayo de 2010

Que me parta un rayo si te vuelvo a ver.

Como meter los dedos en el enchufe, caerse de bruces contra el suelo, rodar escaleras abajo.
Como una meningitis, un cólico nefrítco, una gastroentritis, una piedra en el riñón.
Como que te insulte tu mejor amigo, que una amiga ligue con tu chico o que no te inviten a chupitos.
Como torcerse un tobillo, romperse un brazo, que te saquen una muela.
Como perder el tren por segundos, perseguir el último autobús de la noche, pasar 2 horas en un atasco sin tabaco.
Como un pellizco en el culo, una patada en la tripa, un bofetón con la mano abierta, un dedo en un ojo o una colleja que provoca minusvalía.

Es posible sentir todo eso sin sufrirlo gracias a un recuerdo doloroso. Pero, ya sean buenos o malos, son los recuerdos los que nos permiten saber que un día estuvimos vivos y que aún seguimos estándolo.

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