La opinión de los demás hacia mí siempre ha tendido a importarme bien poco, y ahora mucho menos. Bebo hasta perder el conocimiento porque no me gusta lo que veo, bebo hasta perder el control de mis movimientos porque puedo disimular mi torpeza.
Me dejo llevar por los instintos de otros y me influyen sus ideas a la hora de actuar. No soporto que me den consejos y mucho menos que me den órdenes, pero mi absurda y débil forma de ser consigue que me arrodille y lo que es peor, que me arrastre la mayoría de las veces.
Las despedidas nunca fueron lo mío, nunca supe qué decir, qué hacer o cómo hacerlo, por eso no le pongo nombre a las "cosas".
Me dejo llevar por los instintos de otros y me influyen sus ideas a la hora de actuar. No soporto que me den consejos y mucho menos que me den órdenes, pero mi absurda y débil forma de ser consigue que me arrodille y lo que es peor, que me arrastre la mayoría de las veces.
Las despedidas nunca fueron lo mío, nunca supe qué decir, qué hacer o cómo hacerlo, por eso no le pongo nombre a las "cosas".
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