Las decisiones importantes son las que te marcan. Y aquella fue una de esas. Intento mantenerme firme en ella, apoyándome siempre en las "ventajas" que me pueda proporcionar y aunque crea que me perjudica, lo estará haciendo sólo a corto plazo. Todos ganamos con el cambio.
No soy una persona consistente; que tenga el mismo ánimo dos días seguidos, que insista en sus planes en una misma semana o que tenga una opinión formada sobre alguien durante mucho tiempo.
Pero sí soy estable a largo plazo, tengo mas o menos una ligera idea de cómo me veo dentro de 11 años (pesando 150 quilos, viviendo sola en mi piso y siendo devorada por unos pastores alemanes - esta broma la entenderán muy pocos).
Que sea una desequilibrada no quiere decir que no sea estable. Soy igual que hace 5 años y lo seguiré siendo dentro de otros 5 (creo que esto ya lo dije en otro momento, pero lo repito para que quede claro... o para convencerme a mí misma)
Me levanto cada mañana, con más o menos ganas, y me propongo no pensar en el pasado bajo ningún concepto, no recordar nada haciéndo uso de mi favorable amnesia temporal y no flaquear en ningún momento.
Me propongo fijarme más en lo que tengo cerca, dedicar más tiempo a lo que está llegando y a lo que está por llegar darle la bienvenida con una sonrisa y no echarlo a perder con mi mala uva.
Nunca se me dió bien mentir, no soy lo suficiententemente original e ingeniosa para inventar historias creíbles y fiables. Lo que hago es inventar historietas sobre la marcha cuando ya me han pillado, y me rodeo de trampas para que el castigo sea mayor y mucho más dolorosa la culpa cuando me vea acorralada.
Voy tirando con lo que tengo, me apaño con lo que está a mano. Pero quiero más.
Aunque, por suerte, puedo permitirme el lujo de decir que no importa lo nublados que sean los días, porque tengo a quien me alegre. No importa lo oscuras que sean las noches, porque tengo a quien me acompañe.
El romanticismo no es ni tampoco ha sido nunca lo mío, a decir verdad, rehúyo de todo aquello que me pueda parecer empalagoso o relativamente repelente, pero no rechazo algún que otro detalle de vez en cuando. Que me sorprendan con comida china a domicilio a la luz de una vela, hacerlo en la alfombra del salón o que me dediquen una simple canción hace que se mantenga la llamita encendida y se me salte alguna que otra lagrimilla.
No soy una persona consistente; que tenga el mismo ánimo dos días seguidos, que insista en sus planes en una misma semana o que tenga una opinión formada sobre alguien durante mucho tiempo.
Pero sí soy estable a largo plazo, tengo mas o menos una ligera idea de cómo me veo dentro de 11 años (pesando 150 quilos, viviendo sola en mi piso y siendo devorada por unos pastores alemanes - esta broma la entenderán muy pocos).
Que sea una desequilibrada no quiere decir que no sea estable. Soy igual que hace 5 años y lo seguiré siendo dentro de otros 5 (creo que esto ya lo dije en otro momento, pero lo repito para que quede claro... o para convencerme a mí misma)
Me levanto cada mañana, con más o menos ganas, y me propongo no pensar en el pasado bajo ningún concepto, no recordar nada haciéndo uso de mi favorable amnesia temporal y no flaquear en ningún momento.
Me propongo fijarme más en lo que tengo cerca, dedicar más tiempo a lo que está llegando y a lo que está por llegar darle la bienvenida con una sonrisa y no echarlo a perder con mi mala uva.
Nunca se me dió bien mentir, no soy lo suficiententemente original e ingeniosa para inventar historias creíbles y fiables. Lo que hago es inventar historietas sobre la marcha cuando ya me han pillado, y me rodeo de trampas para que el castigo sea mayor y mucho más dolorosa la culpa cuando me vea acorralada.
Voy tirando con lo que tengo, me apaño con lo que está a mano. Pero quiero más.
Aunque, por suerte, puedo permitirme el lujo de decir que no importa lo nublados que sean los días, porque tengo a quien me alegre. No importa lo oscuras que sean las noches, porque tengo a quien me acompañe.
El romanticismo no es ni tampoco ha sido nunca lo mío, a decir verdad, rehúyo de todo aquello que me pueda parecer empalagoso o relativamente repelente, pero no rechazo algún que otro detalle de vez en cuando. Que me sorprendan con comida china a domicilio a la luz de una vela, hacerlo en la alfombra del salón o que me dediquen una simple canción hace que se mantenga la llamita encendida y se me salte alguna que otra lagrimilla.
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