Será cosa de los años, que pesan y me van haciendo cada vez más vieja y sensible ante los cambios y de altura, presión y temperatura. Las montañas rusas eran mi columpio favorito en los parques de atracciones, tomando preferencia frente al típico tíovivo o la mítica noria; todo lo que se mueve en círculos me marea, pero ¿a quién no le marea dar vueltas? Y ahora, lo que me revuelve las tripas es caer cien metros en picado, subir otros cien, girar 360 grados en menos de un segundo o superar la velocidad de la luz sentada en un vagón sujeta por un simple cinturón. Cuando era chiquitica reía a carcajada limpia y hoy sólo no puedo descojonarme sino que no puedo abrir la boca. "No se me vaya a salir un pulmón, o lo que es peor, el corazón."
Aunque la sensibilidad y la irascibilidad que se ha aumentado en mí no es meramente una cuestión física. Puedo aguantar el peso de toneladas de plomo, pero no aguantaré el peso que tienen las muestras de afecto, la presencia y el efecto del cariño o la agonía y el vacío que provocan su ausencia

Dicen que el que algo quiere, algo le cuesta, que la insistencia y la constancia algún día darán sus frutos, que "el amor son tres flores que se riegan a diario" y demás moñigadas de esas; pero yo quiero demasiado y pocos son los recursos y las ganas que tengo, ser constante no es una de mis cualidades y mejor no hablar de mis plantas...
Como ya he dicho los cambios repentinos y sin previo aviso de un estado no es algo que soporte con facilidad. Nunca me gustaron las sorpresas, prefiero tener conocimiento de lo que va a pasar a continuación, disfruto con las situaciones predecibles aliñadas con pequeños detalles que varían mínimamente provocando en mí algo parecido a la única sensación de sorpresa que soy capaz de asimilar.
Podría pasarme el día lamentándome y alegrándome por todo lo que ha cambiado en mi vida. Podría pasear por el parque con mi música al máximo volumen destrozándome los tímpanos. Podría pasarme una noche entera entre esas cuatro paredes grafiteadas y destruidas por el paso de los venados y los cazurros de pueblo, borracha como una cuba y ahumada como un salmón, rebozándome por el suelo, saltando de un lado para otro, hablando con unos y con otros, cantando la canción más absurda y pegadiza del verano. Podría ir a echar una pachanga con los cuatro gatos que se aburren en sus casas. Podría leerme un libro entero. Podría ir a trabajar con mi mejor sonrisa, hablar con mis compañeros, conocerlos y hacer el moñas con ellos. Podría pasarme un día entero viendo las películas más malas que tengo. Podría pasarme las horas muertas imaginando miles de viajes. Podría fumarme una cajetilla de tabaco en un día de aburrimiento extremo, muchas cosas que hacer y poca iniciativa presente. Podría soñar con tiempos mejores.
Podría hacerlo. Y así lo hago y así lo haré.
El tiempo dedicado a cada persona no será más del que se merezca, tanto en mi cabeza, como en mi agenda. Y así, seguirán sucediéndose mis días hasta que encuentre la estabilidad y el equilibrio que tanto necesito.
Ni "Superman", ni "Dragon Kan", ni "Wild Wild West", ni "7 Picos", ni "Abismo"; te espero en el banco del lago. Con los pies en la tierra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario