Tan activa como vaga, tan sonriente como cabizbaja, tan presumida como avergonzada, tan cordial como cernícala. Siempre con altibajos, cambios de humor repentinos presentes en el día a día, así es ella. Peculiar.
Podría pasarse horas y horas inmersa en una conversación sin pies ni cabeza, alternando los temas sin orden o sentido alguno, convirtiendo su idioma en una jerga incomprensible hasta para ella, riéndose de sus propios chistes y hasta respondiéndose a sus propias preguntas. Pues eso, peculiar.
Apenas se mira en el espejo, no por falta de tiempo, ni por falta de autoestima, simplemente por una absurda falta de curiosidad por lo que se pueda encontrar reflejado en él.
Le encanta hacer combinaciones abstractas e inconcebibles para el ojo acostumbrado a la armonía de los colores y texturas de la ropa y complementos y salir a la calle tan contenta con sus botines, unos calcetines a rayas de mil colores, con la camisa de su padre, unas gafas azules y rosas o con unos pantalones hechos trizas. ¿Hortera? No. "Tendencia incomprendida" le gusta calificarse a sí misma cuando tiene que defenderse ante espectadores heridos y descontentos.
Sus reflejos y su infinita capacidad de atención, hasta ahora desconocidos, le dan la seguridad necesaria para poder hacer el macarra sobre el asfalto. Adelanta por la derecha, hace temblar su auto por exceso de velocidad, y más vale que no haya un coche en su camino, por no hablar de los peatones. Agarra el volante con una sola mano, y si fuera hombre estoy segura de que conduciría con su miembro viril.
Le gustan los días nublados, el sol le quema los ojos y le arruga la frente, ¡agh!.
El frío, en su justa medida. El calor, ni mentarlo. La ecuación "calor + humedad = playa almeriense" le pone de los nervios y los pelos de punta, nunca mejor dicho, ya que consigue un aspecto bien parecido al de Tina Turner o al de Bonie M. Pero le agrada.
No le gustan las excesivas muestras de cariño y afecto, ya sean: besos, abrazos, miraditas, sonrisas complacientes o simple peloteo de personas consideradas: conocidas, compañeras, colegas, vecinas o hasta familia y amigos. El momento oportuno de llevar a cabo tal interacción humana con ella lo sabrán quienes tengan el merecido derecho o quienes realmente lo consideren necesario.
Siempre intenta tomar ejemplo de buenas acciones, y desecha las dañinas o perjudiciales, si antes no las ha guardado en el almacén por si algún día necesita planear una estrategia de ataque contra algún desalmado.
Habla de ella en tercera persona, supongo que por darle cierto toque de misterio a sus relatos, narraciones, cuentos o experiencias recogidas en unas memorias que hablan de su paso por esta villa del Señor.
La pedantería es algo que le atrae irremediablemente y el inventar palabras le entretiene, cree convertirse en una erudita y así cree ser distinguida.
Su ego es su mejor aliado, y a veces su peor enemigo, convirtiéndola en una inconsciente neurótica y amante del egocentrismo más elemental, llamado por otros simplemente "afán de protagonismo". A veces, es tal la obsesión que se convierte en algo enfermizo. Qué vergüenza, por Dios.
La avaricia le corroe, los planes de futuro ambiciosos le vuelven loca, más que ir de compras. La simple idea de imaginar como sería el alcanzar las metas que se propone hace que un escalofrío le recorra la espalda, se le caiga la baba, se coma hasta las uñas de los pies y le entren espasmos de puro gusto.
Nunca rechaza un cumplido, ni le ve ningún mal al reconocimiento ajeno de un acto o una habilidad personal, pero no necesita todo eso para darse cuenta de su inteligencia superlativa y su cualidades innatas y aprendidas a lo largo del tiempo, por supuesto, sin esfuerzo.
Tanta autoindulgencia le trae problemas, se pasa de lista tres o cuatro pueblos y ni si quiera queda a la altura del betún. Bocazas.
La modestia nunca fue su fuerte. Pero sí la ironía.
Podría pasarse horas y horas inmersa en una conversación sin pies ni cabeza, alternando los temas sin orden o sentido alguno, convirtiendo su idioma en una jerga incomprensible hasta para ella, riéndose de sus propios chistes y hasta respondiéndose a sus propias preguntas. Pues eso, peculiar.
Apenas se mira en el espejo, no por falta de tiempo, ni por falta de autoestima, simplemente por una absurda falta de curiosidad por lo que se pueda encontrar reflejado en él.
Le encanta hacer combinaciones abstractas e inconcebibles para el ojo acostumbrado a la armonía de los colores y texturas de la ropa y complementos y salir a la calle tan contenta con sus botines, unos calcetines a rayas de mil colores, con la camisa de su padre, unas gafas azules y rosas o con unos pantalones hechos trizas. ¿Hortera? No. "Tendencia incomprendida" le gusta calificarse a sí misma cuando tiene que defenderse ante espectadores heridos y descontentos.
Sus reflejos y su infinita capacidad de atención, hasta ahora desconocidos, le dan la seguridad necesaria para poder hacer el macarra sobre el asfalto. Adelanta por la derecha, hace temblar su auto por exceso de velocidad, y más vale que no haya un coche en su camino, por no hablar de los peatones. Agarra el volante con una sola mano, y si fuera hombre estoy segura de que conduciría con su miembro viril.
Le gustan los días nublados, el sol le quema los ojos y le arruga la frente, ¡agh!.
El frío, en su justa medida. El calor, ni mentarlo. La ecuación "calor + humedad = playa almeriense" le pone de los nervios y los pelos de punta, nunca mejor dicho, ya que consigue un aspecto bien parecido al de Tina Turner o al de Bonie M. Pero le agrada.
No le gustan las excesivas muestras de cariño y afecto, ya sean: besos, abrazos, miraditas, sonrisas complacientes o simple peloteo de personas consideradas: conocidas, compañeras, colegas, vecinas o hasta familia y amigos. El momento oportuno de llevar a cabo tal interacción humana con ella lo sabrán quienes tengan el merecido derecho o quienes realmente lo consideren necesario.
Siempre intenta tomar ejemplo de buenas acciones, y desecha las dañinas o perjudiciales, si antes no las ha guardado en el almacén por si algún día necesita planear una estrategia de ataque contra algún desalmado.
Habla de ella en tercera persona, supongo que por darle cierto toque de misterio a sus relatos, narraciones, cuentos o experiencias recogidas en unas memorias que hablan de su paso por esta villa del Señor.
La pedantería es algo que le atrae irremediablemente y el inventar palabras le entretiene, cree convertirse en una erudita y así cree ser distinguida.
Su ego es su mejor aliado, y a veces su peor enemigo, convirtiéndola en una inconsciente neurótica y amante del egocentrismo más elemental, llamado por otros simplemente "afán de protagonismo". A veces, es tal la obsesión que se convierte en algo enfermizo. Qué vergüenza, por Dios.
La avaricia le corroe, los planes de futuro ambiciosos le vuelven loca, más que ir de compras. La simple idea de imaginar como sería el alcanzar las metas que se propone hace que un escalofrío le recorra la espalda, se le caiga la baba, se coma hasta las uñas de los pies y le entren espasmos de puro gusto.
Nunca rechaza un cumplido, ni le ve ningún mal al reconocimiento ajeno de un acto o una habilidad personal, pero no necesita todo eso para darse cuenta de su inteligencia superlativa y su cualidades innatas y aprendidas a lo largo del tiempo, por supuesto, sin esfuerzo.
Tanta autoindulgencia le trae problemas, se pasa de lista tres o cuatro pueblos y ni si quiera queda a la altura del betún. Bocazas.
La modestia nunca fue su fuerte. Pero sí la ironía.
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