miércoles, 7 de julio de 2010

Nuestra absurda existencia

Aunque hagamos lo imposible por no reconocerlo, es inevitable pensar en el por qué de las cosas.

Es desconfiar, dudar de una palabra amiga, tragarse una milonga o contar una mentirijilla.
Es la conciencia intranquila, el ser más irascible cada día, el estar siempre alerta o estar en Babia.
Es el vacío, la sensación de tristeza, el haber hecho lo correcto o elegir la vía rápida.
Es el sentirse idiota, el no esperar nada... O esperarlo todo.
Es el imaginarse solo, el exceso de calor humano, el aprecio por la buena compañía o el mal sabor de boca de una resaca.
Es la curiosidad, las ganas de experimentar, el no hacer esfuerzos, el afán de saber, el tener algo de qué hablar.
Es la memoria, el recuerdo o el deseo de olvidar.
Es el instinto protector, el de supervivencia, el miedo a lo desconocido, la seguridad de lo cercano, las ganas de correr hacia un punto lejano.
Es un corazón roto, es soñar despierto, es gritar de rabia, reír sin motivo, es querer demasiado, es fingir.


¿Y aún te preguntas que haces aquí?

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